Napoleón murió en 1821 y sus restos descansan en una cripta circular bajo la gran cúpula de la iglesia de Los Inválidos (París). Sin embargo y según muchos historiadores, el “pequeño Napoleón” no se encuentra allí. De hecho, el pene del histórico personaje podría haber estado viajando durante mucho tiempo.
Pero antes de comenzar con el curioso periplo del miembro del militar, hay que remontarse unos años antes, exactamente a los instantes finales de la denominada como la Batalla de Waterloo. El combate, un enfrentamiento épico el 18 de junio de 1815, enfrentó al ejército francés (comandado por Napoleón) contra las tropas británicas, holandesas y alemanas.
El desenlace del conflicto significó el final de las guerras napoleónicas. Tras la victoria en Waterloo, las tropas aliadas se adentran en Francia en busca de Napoleón. El 1 de julio, Von Blücher ocupa Versalles, el 8 de julio se restaura la corona de Luis XVIII y dos días después, el 10 de julio, Napoleón se rinde.
Bonaparte es exiliado por los británicos el 26 de julio en la isla de Santa Elena, en el Atlántico, enclave donde muere seis años después, el 5 de mayo de 1821. De esta forma, se ponía punto y final al sueño del personaje, las fronteras se restauraban volviendo al estado anterior.
Napoleón había dispuesto en su testamento el deseo de ser enterrado a las orillas del Sena, pero se le dio sepultura en Santa Elena. Años después, en 1840, sus restos fueron repatriados y se depositaron en la cripta de Los Inválidos.
Sin embargo, las circunstancias de su muerte siguen siendo motivo de debate. Oficialmente, el general murió, o bien por un cirro en el píloro, o bien por un cáncer de estómago.
La autopsia que siguió a su muerte también propició un relato poco conocido. Durante el procedimiento, el médico le extirpó varios órganos vitales, así como el pene del militar. Hay dos teorías: una que dice que fue un error, y otra que explica que todo fue un plan para hacer negocios con el miembro.
En cualquier caso, este fue el presunto viaje de un pene histórico que acabó bajo la cama de un tipo en Nueva Jersey... 30 años.
El extraño viaje del pequeño Napoleón
No debería extrañar que exista curiosidad por los restos de Napoleón. De hecho, ocurrió algo muy parecido con Rasputín. Lo cierto es que durante la mayor parte de la historia humana hemos estado fascinados (y obsesionados) con los órganos perdidos de personajes históricos. Y Napoleón es, sin ninguna duda, uno de los más grandes.
Según explicaba en sus memorias uno de los criados más cercanos de Napoleón que estuvo presente en la autopsia, el médico que llevó a cabo la operación aprovechó un momento de despiste de los presentes:
Aprovechando un momento en que los ojos de los ingleses no estaban fijos en el cuerpo, el médico sacó dos pedacitos de una costilla.
Según el criado, el médico probablemente lo hizo para tener un recuerdo (extraño, de eso no hay duda). Aparentemente, estas y otras “piezas” llegaron a manos de un sacerdote italiano. Partes del cuerpo del comandante francés que incluían el pene y que fueron entregadas por el doctor para su custodia.
A partir de ahí, el rastro del presunto miembro de Napoleón se vuelve un tanto nublado. Los historiadores le siguen la pista al sacerdote, quién pasó el miembro de contrabando a Córcega. Entonces se cree que el pene se mantuvo durante décadas en el enclave como parte de la herencia familiar del cura (todo muy turbio).
En 1924, pasó de la familia del sacerdote a un librero de Londres. Varios años después, en 1927, el librero exhibe el pene en Nueva York, en el Museo de Artes Francesas. De hecho, existen recortes de periódicos, aunque tildan a la “obra” con cierto menosprecio declarando al miembro de Napoleón como una “anguila arrugada”.
La revista Time también llevó a uno de sus reporteros a la exhibición. El periodista no quedó muy impresionado y en la publicación comparó el pene a “un cordón de un zapato viejo”. Muchos historiadores se preguntan si de ahí parte el conocido como “complejo napoleónico”.
Sea como fuere, el pene pasó finalmente a manos de John J. Lattimer, un famoso urólogo de Estados Unidos, durante una subasta en 1977. Por 3.000 dólares el hombre se hizo con el miembro de una de las figuras históricas del siglo XIX. Lattimer, profesor emérito y ex presidente de urología en el Colegio de Médicos y Cirujanos de la Universidad de Columbia, coleccionaba todo tipo de curiosidades mórbidas.
De hecho, entre sus joyas más preciadas guardaba un collar manchado de sangre que Lincoln llevaba la noche en que fue fusilado en el Teatro Ford, o el recipiente de cristal que contenía el cianuro que el comandante de la Luftwaffe, Hermann Göring, tomó para suicidarse.
Sin embargo, el pene de Napoleón fue su tesoro más preciado, circunstancia que llevó al doctor a guardarlo celosamente debajo de su cama en Nueva Jersey durante 30 años. La hija de Lattimer ha pasado a ser la dueña del miembro tras la muerte del doctor en el 2007.
Ella misma afirma que los análisis forenses han confirmado que es un pene, aunque no sabemos si de Napoleón (el gobierno francés no acepta esta teoría) y tampoco lo vemos en pantalla. ¿Por qué? Según la chica, “mi padre creía que la urología debía ser apropiada y decente, y no una broma, por eso no exhibo el miembro”.
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