Es una tarde de diciembre de 1992 y dos púberes juegan al básquet en un garaje de la calle Sargento Cabral de Godoy Cruz. Son mejores amigos, pero saben que dentro de muy poco uno de ellos se irá de Mendoza. Treinta años después vuelven a encontrarse: uno es Esteban "Bam bam" Morais, un modelo que ganó Gran Hermano, se hizo famoso y es empresario. El otro es el tipo que escribe estas líneas.
Esteban nació en Alta Gracia (Córdoba), pasó por Villa Ocampo (Provincia de Buenos Aires) y de ahí su familia se vino para Cuyo. En la casa le decían "Bam Bam" porque cuando era bebé se parecía al hijo de los Picapiedras.
Los Morais se mudaban permanentemente porque el padre era pastor adventista y eso implicaba toda una forma de habitar los sitios donde se afincaban.
La rutina incluía, entre otras cosas, que Esteban estaba obligado a permanecer en su casa desde el viernes por la tarde, mientras el resto de los pibes concretábamos los primeros escarceos con las chicas, copiando los pasos de Jazzy Mel y asistiendo a los legendarios bailes de la Escuela Rawson.
Mientras todo eso pasaba, Esteban se quedaba en su casa leyendo La Biblia.
"Yo creo que conocí todos los boliches de la Argentina", recapitula Esteban entre risas "Yo creo que conocí todos los boliches de la Argentina", recapitula Esteban entre risas
-No te dejaban salir y vos eras una persona sumamente sociable ¿Tomaste lo de la tele y lo que vino después como una especie de revancha?
-Tal cual ¿Te acordás? En la fiesta del final de la primaria -íbamos al colegio ISEP, frente a la plaza de Godoy Cruz- tuve que hacer un quilombo bárbaro en mi casa para que me dejaran ir. Y de golpe, años después, creo que conocí todas las discotecas de la Argentina. A mis viejos les costó muchísimo de entrada toda esa transformación, la gente hablando, incluso los amenazaron con echarlos del trabajo. Una situación heavy.
Bam Bam durante el viaje de egresados de la primaria. Después se volvió más fotogénico.
"Irme de Mendoza fue parecido a la muerte para aquel chico que era yo, porque ahí tenía todo. Había llegado con 5 o 6 años y todo era nuevo, como pasa en la infancia. La primera vez que fuimos al cine...¿te acordás?", retoma Esteban.
-Más o menos...
-Fuimos al centro solos. Éramos dos pulgas de 11 años por la calle San Martín. Hoy me cruzo a dos nenitos solos en el centro y les pregunto dónde están los padres. Como éramos cancheritos, quisimos entrar a una peli para gente más grande. Creo que terminamos viendo Terminator 2 en alguna de las salas que había...
"Bam bam" Morais (centro) junto a sus compañeros de séptimo grado. A la izquierda, el entrevistador.
A fines de 1992 o principios de 1993, los Morais se mudaron a Concordia (Entre Ríos) y Mendoza quedó atrás. Eran las despedidas de aquella época, cuando no existían redes sociales. La gente simplemente se decía "chau" y ya. Se desconectaba. Fin de la historia.
"Me acuerdo patente del momento en que a mi viejo le llegó la carta a nuestra casa de Godoy Cruz diciendo que por orden de sus superiores nos teníamos que ir. Fue uno de los dolores más grandes", recapitula el entrevistado.
Y asegura que, durante años, en las diversas localidades por las que transitó su existencia nómade le decían "el mendo"...pero sus padres seguían sin dejarlo salir de noche.
"Cuando a los 17 años surgió la posibilidad de irme a estudiar a Rosario, por fin empecé a hacer la mía", confiesa.
-¿Y en qué momento te diste cuenta de que tenías "facha"?
-Qué se yo. Siempre fui un pibe de barrio. Si bien uno no se va a tirar para abajo, obviamente, lo real es que la tele después magnifica todo. En Santa Fe, un amigo que era fotógrafo me insistía en que empezara a trabajar como modelo. Jodía tanto que acordamos en que me hiciera un book. Resultó que al toque me salió laburo para la campaña de una zapatería ¡Y me pagaron muy bien! Ahí me dije "epa, esto puede ser una salida laboral". Agarré el book y me fui a probar suerte a Buenos Aires.
Esteban viajó en colectivo a la capital. Tenía en mente varias agencias, aunque el resultado era completamente incierto, al menos para él.
"Entregué el book en varias empresas y nadie me contestó con ninguna frase alentadora. Como que lo recibían de compromiso. Volví a Santa Fe casi inmediatamente; pero a las pocas horas me llamaron. Empecé con una publicidad de cigarrillos, seguí con la de una gaseosa, y así".
-Después vino Gran Hermano...
-Sí. Otro amigo me pidió que lo acompañara a ese cásting y fui. En eso, una productora me preguntó si quería probar y yo le dije que no. Me insistió, me senté, ella me empezó a hablar y en un momento dijo "pará": me llevó aparte, a otra habitación. Llamó a un chabón de bigotes que asomó la cabeza por la puerta y asintió como diciendo "sí" ¡Extrañísimo! Y así pasé a la siguiente fase. En total fueron siete cástings hasta entrar en la casa.
-¿Te costó sacarte cierta ingenuidad al ingresar en ese mundo de estrategias y exposición que plantea el programa?
-Nunca me interesó ser famoso. Si bien hay algunas cosas buenas de la fama, como ganar algo de plata, poder proyectar cosas, etc.; siempre sentí que el tema de la exposición era la parte que menos me gustaba. Tomé a la tele como un negocio; un trabajo que a mí me tenía que generar una diferencia. Dicho eso, el mundo en el que yo me siento bien es el del barrio, de los amigos de siempre y la familia.
Claro que para consolidar esas conclusiones Esteban tuvo que hacer su propia odisea interna y externa. Porque entrar en ese relámpago de pantallas, fiestas de revistas Caras o Gente y muchos gritos es como probarse el anillo de Gollum, el inolvidable personaje de El Señor de los Anillos: pareciera que es seguro, que no pasa nada, pero las angustias acechan.
"Tuve ataques de pánico -admite él-, estuve internado y tomé medicación durante muchos años. Justamente por la exposición, porque la gente siente que puede hablar de vos y ni siquiera te conoce. Me decían cualquier gilada y mi familia sufría".
"Lo real es cuando abrazo la panza de mi mujer"
En ese trajín -que incluyó causas judiciales de las que fue absuelto, rumores varios y muchos minutos al aire- el muchacho aprendió actuación. Hizo series de TV y temporadas de teatro. Trabajó con Emilio Disi, Rodolfo Ranni, Mercedes Carreras. Hizo telenovelas en Chile, siguió por Uruguay.
-Nunca te imaginás lo que te depara el destino. De pronto estaba ahí actuando para 5.000 personas. Alucinante- se sorprende él.
Hoy Esteban Morais espera su primer hijo. Su pareja, Melisa, está embarazada de 4 meses y la progresión de ese ser que viene en camino los emociona a los dos.
-Y cuando le tengas que explicar a tu hijo o hija qué es la fama o la tele, ¿qué le vas a decir?
-Que esté en el lugar que esté, trate siempre de sacar lo mejor de cada momento. Que cada experiencia le sirva para aprender y disfrutar. La fama en todo caso es una circunstancia, no algo valorable ni permanente. Lo real es cuando yo abrazo la panza de mi mujer, cuando nosotros andábamos jugando por las calles sin que importara más nada. Son esas situaciones en las que te decís "loco, esto soy yo". Esa es la realidad, y no cuando estás en un boliche sacándote 200 fotos.
Es una tarde de diciembre de 1992 y dos púberes juegan al básquet en un garaje de la calle Sargento Cabral de Godoy Cruz. Son mejores amigos, pero saben que dentro de muy poco uno de ellos se irá de Mendoza. Treinta años después vuelven a encontrarse: coordinan una entrevista para el diario y se prometen compartir un asado cualquiera de estos días. Las vueltas de la vida.
Esteban nació en Alta Gracia (Córdoba), pasó por Villa Ocampo (Provincia de Buenos Aires) y de ahí su familia se vino para Cuyo. En la casa le decían "Bam Bam" porque cuando era bebé se parecía al hijo de los Picapiedras.
Los Morais se mudaban permanentemente porque el padre era pastor adventista y eso implicaba toda una forma de habitar los sitios donde se afincaban.
La rutina incluía, entre otras cosas, que Esteban estaba obligado a permanecer en su casa desde el viernes por la tarde, mientras el resto de los pibes concretábamos los primeros escarceos con las chicas, copiando los pasos de Jazzy Mel y asistiendo a los legendarios bailes de la Escuela Rawson.
Mientras todo eso pasaba, Esteban se quedaba en su casa leyendo La Biblia.
"Yo creo que conocí todos los boliches de la Argentina", recapitula Esteban entre risas "Yo creo que conocí todos los boliches de la Argentina", recapitula Esteban entre risas
-No te dejaban salir y vos eras una persona sumamente sociable ¿Tomaste lo de la tele y lo que vino después como una especie de revancha?
-Tal cual ¿Te acordás? En la fiesta del final de la primaria -íbamos al colegio ISEP, frente a la plaza de Godoy Cruz- tuve que hacer un quilombo bárbaro en mi casa para que me dejaran ir. Y de golpe, años después, creo que conocí todas las discotecas de la Argentina. A mis viejos les costó muchísimo de entrada toda esa transformación, la gente hablando, incluso los amenazaron con echarlos del trabajo. Una situación heavy.
Bam Bam durante el viaje de egresados de la primaria. Después se volvió más fotogénico.
"Irme de Mendoza fue parecido a la muerte para aquel chico que era yo, porque ahí tenía todo. Había llegado con 5 o 6 años y todo era nuevo, como pasa en la infancia. La primera vez que fuimos al cine...¿te acordás?", retoma Esteban.
-Más o menos...
-Fuimos al centro solos. Éramos dos pulgas de 11 años por la calle San Martín. Hoy me cruzo a dos nenitos solos en el centro y les pregunto dónde están los padres. Como éramos cancheritos, quisimos entrar a una peli para gente más grande. Creo que terminamos viendo Terminator 2 en alguna de las salas que había...
"Bam bam" Morais (centro) junto a sus compañeros de séptimo grado. A la izquierda, el entrevistador.
A fines de 1992 o principios de 1993, los Morais se mudaron a Concordia (Entre Ríos) y Mendoza quedó atrás. Eran las despedidas de aquella época, cuando no existían redes sociales. La gente simplemente se decía "chau" y ya. Se desconectaba. Fin de la historia.
"Me acuerdo patente del momento en que a mi viejo le llegó la carta a nuestra casa de Godoy Cruz diciendo que por orden de sus superiores nos teníamos que ir. Fue uno de los dolores más grandes", recapitula el entrevistado.
Y asegura que, durante años, en las diversas localidades por las que transitó su existencia nómade le decían "el mendo"...pero sus padres seguían sin dejarlo salir de noche.
"Cuando a los 17 años surgió la posibilidad de irme a estudiar a Rosario, por fin empecé a hacer la mía", confiesa.
-¿Y en qué momento te diste cuenta de que tenías "facha"?
-Qué se yo. Siempre fui un pibe de barrio. Si bien uno no se va a tirar para abajo, obviamente, lo real es que la tele después magnifica todo. En Santa Fe, un amigo que era fotógrafo me insistía en que empezara a trabajar como modelo. Jodía tanto que acordamos en que me hiciera un book. Resultó que al toque me salió laburo para la campaña de una zapatería ¡Y me pagaron muy bien! Ahí me dije "epa, esto puede ser una salida laboral". Agarré el book y me fui a probar suerte a Buenos Aires.
Esteban viajó en colectivo a la capital. Tenía en mente varias agencias, aunque el resultado era completamente incierto, al menos para él.
"Entregué el book en varias empresas y nadie me contestó con ninguna frase alentadora. Como que lo recibían de compromiso. Volví a Santa Fe casi inmediatamente; pero a las pocas horas me llamaron. Empecé con una publicidad de cigarrillos, seguí con la de una gaseosa, y así".
-Después vino Gran Hermano...
-Sí. Otro amigo me pidió que lo acompañara a ese cásting y fui. En eso, una productora me preguntó si quería probar y yo le dije que no. Me insistió, me senté, ella me empezó a hablar y en un momento dijo "pará": me llevó aparte, a otra habitación. Llamó a un chabón de bigotes que asomó la cabeza por la puerta y asintió como diciendo "sí" ¡Extrañísimo! Y así pasé a la siguiente fase. En total fueron siete cástings hasta entrar en la casa.
-¿Te costó sacarte cierta ingenuidad al ingresar en ese mundo de estrategias y exposición que plantea el programa?
-Nunca me interesó ser famoso. Si bien hay algunas cosas buenas de la fama, como ganar algo de plata, poder proyectar cosas, etc.; siempre sentí que el tema de la exposición era la parte que menos me gustaba. Tomé a la tele como un negocio; un trabajo que a mí me tenía que generar una diferencia. Dicho eso, el mundo en el que yo me siento bien es el del barrio, de los amigos de siempre y la familia.
Claro que para consolidar esas conclusiones Esteban tuvo que hacer su propia odisea interna y externa. Porque entrar en ese relámpago de pantallas, fiestas de revistas Caras o Gente y muchos gritos es como probarse el anillo de Gollum, el inolvidable personaje de El Señor de los Anillos: pareciera que es seguro, que no pasa nada, pero las angustias acechan.
"Tuve ataques de pánico -admite él-, estuve internado y tomé medicación durante muchos años. Justamente por la exposición, porque la gente siente que puede hablar de vos y ni siquiera te conoce. Me decían cualquier gilada y mi familia sufría".
"Lo real es cuando abrazo la panza de mi mujer"
En ese trajín -que incluyó causas judiciales de las que fue absuelto, rumores varios y muchos minutos al aire- el muchacho aprendió actuación. Hizo series de TV y temporadas de teatro. Trabajó con Emilio Disi, Rodolfo Ranni, Mercedes Carreras. Hizo telenovelas en Chile, siguió por Uruguay.
-Nunca te imaginás lo que te depara el destino. De pronto estaba ahí actuando para 5.000 personas. Alucinante- se sorprende él.
Hoy Esteban Morais espera su primer hijo. Su pareja, Melisa, está embarazada de 4 meses y la progresión de ese ser que viene en camino los emociona a los dos.
-Y cuando le tengas que explicar a tu hijo o hija qué es la fama o la tele, ¿qué le vas a decir?
-Que esté en el lugar que esté, trate siempre de sacar lo mejor de cada momento. Que cada experiencia le sirva para aprender y disfrutar. La fama en todo caso es una circunstancia, no algo valorable ni permanente. Lo real es cuando yo abrazo la panza de mi mujer, cuando nosotros andábamos jugando por las calles sin que importara más nada. Son esas situaciones en las que te decís "loco, esto soy yo". Esa es la realidad, y no cuando estás en un boliche sacándote 200 fotos.
Es una tarde de diciembre de 1992 y dos púberes juegan al básquet en un garaje de la calle Sargento Cabral de Godoy Cruz. Son mejores amigos, pero saben que dentro de muy poco uno de ellos se irá de Mendoza. Treinta años después vuelven a encontrarse: coordinan una entrevista para el diario y se prometen compartir un asado cualquiera de estos días. Las vueltas de la vida.
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