Además, la caligrafía le sirvió a Leonardo "Lalo" Sueldo para conquistar a su esposa con tarjetas y poemas meticulosamente escritos
Desde niño, Leonardo “Lalo” Sueldo tiene un don que lo destaca: su caligrafía. No es una letra común, sino una obra de arte que parece sacada de antiguas enciclopedias o diplomas centenarios. Este talento no solo le brindó innumerables satisfacciones, sino que también lo acompañó en cada etapa de su vida, desde la escuela hasta su consolidación como un imprescindible de la Legislatura de Mendoza.
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Un día de trabajo de Lalo Sueldo con el enorme libro de sesiones.
Gentileza
En sus días de estudiante, Lalo era el centro de atención. Docentes y compañeros lo miraban con asombro mientras su letra impecable se deslizaba sobre el papel. Este mismo talento lo llevó a desempeñarse en un lugar privilegiado durante el servicio militar: el área de diagnóstico por imágenes del Hospital Militar, donde redactaba informes con su distintiva caligrafía. Pero su talento no se limitó al ámbito laboral: también lo usó para conquistar a su esposa con tarjetas y poemas meticulosamente escritos.
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Caligrafía perfecta y pasión por el trabajo en la Legislatura de Mendoza.
Gentileza
Hace 30 años que trabaja en la Legislatura, donde se encarga de completar los libros de sesiones y asistencias. Los tomos, de 1,20 metros por 70 centímetros, conservan en sus páginas la inconfundible firma de su escritura. Lalo mantiene viva la tradición de 1895, cuando estos registros se realizaban con pluma y tinta.
Gótica, cursiva e imprenta en una caligrafía única
“Cuando ingresé, todo era muy precario: las computadoras recién aparecían y los informes se hacían en máquina de escribir. Muchas carpetas se escribían a mano hasta que mi jefe vio mi letra y me asignó esta tarea que hoy sigo haciendo con pasión”, cuenta en diálogo con Diario UNO.
Cada cuatro años, es el responsable de inscribir en los libros oficiales los nombres de los senadores que se van renovando. Y lo hace con una perfección que pocos pueden lograr: su especialidad es la letra gótica, un arte que ha perfeccionado con los años. “Aunque todos me lo dicen, yo no la veo tan perfecta. Intento mejorar y copiar estilos de la computadora: imprenta, gótica, cursiva…”, confiesa con humildad.
Un don que nació en la infancia
Desde primer grado, su caligrafía ya llamaba la atención. Su letra era diminuta, precisa, casi de "hormiguita". Pero su talento no se limitaba a las letras: el dibujo siempre fue su gran pasión. Mientras sus compañeros trazaban simples líneas para representar un caballo, él se sumergía en cada detalle, desde la forma de las crines hasta las sombras que definían su figura.
En tercer grado, su don se hizo evidente cuando participó en un concurso de dibujo entre todas las escuelas de Mendoza y ganó el primer premio con una ilustración de los portones del Parque San Martín, completa con nubes, árboles y montañas al fondo. Poco después, se inclinó por el dibujo humorístico, creando personajes que circulaban entre sus compañeros. Al mismo tiempo, su caligrafía comenzaba a dar vueltas por todos lados, despertando admiración.
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"Recibí una beca de estudiante, conquisté a mi esposa, conseguí trabajo y en el servicio militar redactaba informes médicos. Siempre la letra me salvó", dijo Lalo Sueldo.
Gentileza
Cuando ingresó al bachillerato técnico, las materias de dibujo mecánico, industrial y logotipos reforzaron su talento. Su trabajo era simplemente perfecto. Sin embargo, hubo un obstáculo: era zurdo y manchaba las hojas con la tinta. “Tuve que hacer un doble esfuerzo, porque escribía a mano alzada, como quien dice”, recuerda con una sonrisa.
Letras que siempre se destacaron
Su caligrafía le abrió muchas puertas. En su bachillerato privado, obtuvo una beca que eximió a sus padres de pagar la cuota escolar. Luego, cuando fue sorteado para el servicio militar obligatorio, su letra le aseguró un puesto en el Hospital Militar, lejos de las tareas más exigentes. Su reputación creció rápidamente, tanto que le ofrecieron quedarse en el Ejército. Pero Lalo tenía otros planes: se inscribió en la carrera de Derecho, donde su caligrafía volvió a brillar.
En una ocasión, un profesor entregaba los parciales en un aula gigantesca y se detuvo frente a él. Lo miró fijamente y lo felicitó por cada trazo de las seis carillas que había escrito. “Pensé que habías sido una mujer”, le confesó, sorprendido por la prolijidad y delicadeza de su escritura.
Pero quizá la mayor recompensa llegó en su vida personal: su caligrafía lo ayudó a conquistar a su esposa. Los poemas y dibujos que le enviaba con absoluta dedicación fueron parte esencial de la historia de amor que los une hasta hoy. Ella aún conserva aquellas tarjetas impecables, testigos de un talento que trascendió lo académico y profesional para tocar el corazón.
Una vocación que nunca se borra
Aunque Lalo nació en Salta, su vida se desarrolló en Mendoza. Su padre, futbolista, llevó a la familia por distintos destinos, incluyendo Chile y Bolivia. Pero desde pequeño, su don ya marcaba la diferencia. “Recuerdo que los familiares venían a casa y mis dibujos causaban sensación. Si hacía una moto, no era solo un cuadro con dos ruedas: empezaba por el cilindro, la bujía, cada detalle… Y podía pasar horas en la puerta de casa, dibujando en la tierra con un palito”, rememora.
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Un antiguo libro de la Legislatura. Lalo Sueldo intenta seguir en la misma línea destacándose con su espectacular caligrafía.
Gentileza
Hoy, tras décadas de dedicación, su caligrafía sigue siendo una joya admirada en la Legislatura. Y aunque la tecnología avanza, hay algo que una computadora nunca podrá replicar: el alma y la pasión que Lalo imprime en cada trazo de su letra perfecta.
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