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jueves, 29 de agosto de 2024

Hay un enorme "agujero negro" de productividad en nuestro día a día. Este neurocientífico cree tener una forma de evitarlo: café

Durante siglos el café ha sido una gran herramienta para modular nuestra atención. ¿La estamos usando mal?



Andrew David Huberman es un tipo polémico. Por un lado, es profesor asociado de neurología en la Universidad de Stanford y un conocidísimo podcaster en temas de salud y productivisas; por el otro, tiene fama de promover consejos con evidencia empírica escasa.


Por eso, al escuchar que Huberman se hacía viral por un sencillo conejo sobre cómo mejorar nuestra productividad diaria a base de café, la primera pregunta que nos hemos hecho es ¿qué sugiere la ciencia sobre todo esto?


¿Qué dice Huberman? En una entrevista para longevity.hub, el neurocientífico ha explicado que la somnolencia que nos suele afectar después de comer no es una ley de la naturaleza, ni una cuestión biológica inamovible: es, en buena medida, una consecuencia de la forma en la que estructuramos nuestro día a día.


Tanto es así que basta con tomar el café de por la mañana de forma más estratégica para que ese "agujero negro de productividad" se difumine.


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¿Cómo es posible que el café haga eso? La clave, explica Huberman, está en la andenosina. Este nucleósido se sintetiza de forma natural en el cuerpo humano como parte de la degradación de aminoácidos y, además de un sin fin de funciones, tiene efectos sedantes e inhibitorios sobre la actividad neuronal.


Precisamente, la cafeína inhibe el sueño bloqueando los receptores de la adenosina. Por eso solemos desayunar café (o tomarlo después de las comidas). Sin embargo, para Huberman esto es una mala opción: la cafeína no elimina la adenosina y tomarla a primera hora solo aumenta la cantidad de adenosina que tenemos cuando el efecto del café se pasa.


Huberman propone que es mejor tomar el café a media mañana. De esta forma, el cuerpo 'gasta' la adenosina pre-existente y la cafeína puede hacer su trabajo sin generarnos posteriormente un enorme efecto rebote.


Huberman no está solo. Cada vez hay más gente que sostiene que lo mejor es esperar entre 90 y 120 minutos después de despertarnos; aunque, en este caso, el principal argumento es el cortisol.


Según los defensores de estas teorías, "nuestro cuerpo genera cortisol al despertar y alcanzamos el pico durante los 90 o 120 minutos posteriores. Si tomamos café en esa ventana, la cafeína interferirá con el aumento natural del cortisol y se producirá un bajón posterior que hará que estemos cansados". Para 'optimizar' el subidón, tendríamos que esperar al pico de cortisol y, después, tomarnos el café.


La realidad, en cambio, es más compleja. Porque, aunque es cierto que la cafeína podría interferir en la producción de cortisol, los mejores estudios de los que disponemos (+) nos dicen que en cuanto el consumo de café se vuelve regular, la incidencia de la cafeína en el cortisol es residual. Vamos que "no hay evidencia de que la ingestión de cafeína justo al despertar ayude a evitar el bajón de la tarde. Tampoco que retrasar el consumo pueda evitarlo de alguna manera si ocurriera".


Entonces, ¿qué ocurre con la técnica? ¿No funciona? No es tanto que no funcione, como que ayuda a retrasar el famoso 'bajón'. Esto, para personas que no tengan que realizar tareas complejas a primera hora de la mañana o tengan una buena caldiad de sueño, puede ayudarles a sacarlo de su horario laboral. Pero en otros casos es imposible.


No obstante, lo bueno de este tipo de 'reglas' es que nos hacen más conscientes de nuestros hábitos de vida y nos permite tomar toda una serie de pequeñas decisiones que mejoran el día a día. Al final, es importante recordar que no tenemos 'reglas mágicas', solo estrategias (a menudo contradictorias) para alcanzar nuestros objetivos.

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