El «peligro de Brokaw» y el «error de Otelo».
Nos guste más o menos, el engaño es una caracterÃstica central de nuestra vida social. La mayorÃa (si no todas) de las relaciones humanas involucran alguna forma de engaño, o al menos la posibilidad de que ocurra. Las mentiras existen entre aquellos a quienes amamos y confiamos tanto como entre aquellos que no nos agradan, e incluso ocurren entre completos desconocidos.
Nuestro afán por conocer la verdad a veces nos obsesiona pero hay una serie de errores con los que tenemos que contar si queremos ser justos. Los dos mayores fallos de juicio en la detección del engaño son: el «peligro de Brokaw» y el «error de Otelo».
El primero se refiere a no tener en cuenta las diferencias individuales y juzgar un mismo indicio de igual forma en diferentes personas. Es muy difÃcil intentar captar una mentira cuando no se conoce nada del otro y no estamos familiarizados con su comportamiento habitual.
Entonces, podemos no creer a alguien que dice la verdad por el simple hecho de que está nervioso, bueno, es que quizás tiene siempre una actitud similar porque puntúa muy alto en una escala de neuroticismo, por ejemplo.
La mejor premisa para ‘pillar’ una mentira es detectar cambios importantes en la conducta, observar alteraciones sospechosas que nos hagan inferir que la persona no se está comunicando de una manera ‘normal’ para él.
El segundo, El error de Otelo tiene su origen en la famosa tragedia de William Shakespeare, Otelo asumió erróneamente que la expresión de miedo de Desdémona era la reacción propia de una mujer que le habÃa traicionado. No entendió que el simple hecho de observar una emoción no te dice qué causó esa emoción. Desdémona temÃa por su vida, lloraba por la desconfianza de su esposo y no por la muerte de su supuesto amante.
El miedo a no ser creÃdo cuando uno es inocente se ve igual que el miedo a ser atrapado cuando se es culpable; o, por ejemplo, la emoción de ira en un sospechoso de delito, solo profundizando es posible determinar si el enfado es el resultado de estar bajo sospecha injustamente o si siente rabia hacia el entrevistador por tratar de atraparle como el ejecutor de un delito que ha cometido.
Por tanto, el error de Otelo se trata de no reconocer que una persona sincera, pero sospechosa de mentir, puede mostrar los mismos signos emocionales que un mentiroso.
De este modo, comprobamos que los errores en la detección del engaño no solo implican creer a un mentiroso, sino también, y lo que puede ser peor, no creer en una persona sincera. Las consecuencias pueden ser desastrosas.
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